lunes, 2 de enero de 2017
Lima-limón.
Iba por la rambla para poder ver el amanecer, era necesario aprovechar el verano de alguna forma, porque no lo había hecho en enero y febrero estaba llegando a su final. Sus pasos eran tranquilos, pero no precisamente lentos. Se sacó los lentes de sol verdes por un segundo, y se detuvo a observar el horizonte. Nubes. "Que embole", dijo, un poco pensando y un poco para afuera. "¡Y que le vamos a hacer si las cosas tienen que ser de esta manera, muchacho!" exclamó mas fuerte aún, entre risas, recordando que aunque su andar fuese el de siempre, seguía borracho. "Vos también podes sentir las cosas locas que siento yo, ¿sabías?". El perro negro que por allí pasaba lo miró con las orejas prendidas a esa conversación unilateral. "Vos me miras asi porque un poco me esta dando pelota tu cabeza, y eso porque sabe que tengo razón, loco; sea lo que sea que este adentro de ese craneo animal que tenés". Comenzó a acercarse, pero tropezó con un cordón que tenía desatado. Volvió a pararse, un tanto mareado, mirando el cielo nublado de la rambla de buceo; y suspiró. Le extendió la mano al can para que lo registrara, y procedió a acariciarlo atrás de las orejas. "Vení", dijo con un tono mas serio, "vení que te tengo que contar unas cosas". Perro y persona, lado a lado, caminando por la playa, y una sensación diferente en el cuerpo de cada uno. "Yo se que vos y yo no vemos las cosas de la misma manera, pero no tiene nada que ver con nada y te quiero igual loco, te quiero pila, porque vos entendes que yo tengo abundante amor adentro y me gusta estar así". Le dió un trago a la botella de lima-limón caliente que todavía llevaba en la mano, y la tiró al suelo con fuerza. Donde cayó la botella, se sentó. El perro también se tiro, a su lado, despues de suspirar. Así se quedaron unos cuantos minutos, hasta que él soltó una carcajada. "Dale, decime". El perro lo miró, girando la cabeza, y lentamente se incorporó en sus cuatro patas. Con la boca agarró un palo, y empezó a diseñar algunas figuras. Al principio creyó que el perro estaba jugando, pero de pronto, y por suerte, lo entendió. "¿Vamos?". Estaba escrito en un dialecto que nunca había visto en su vida, pero supo interpretarlo. Sonrió, se paró casi que de un salto, y corrió hacia la orilla, tirando su camisa blanca y los lentes por el camino. Se despojó también de su teléfono y sus llaves, dejando caer además un paquete de hojillas. Estaba solo con sigo mismo, el perro, y su sonrisa. Se detuvo de golpe en la arena fría, donde el agua podía mojarle los dedos. "Gracias loco", dijo mirando a los ojos al perro, sintiendo todo lo que éste llevaba consigo. Él afirma que vió un aura, un algo inexplicable, un sentimiento, emanando de la oscura silueta del animal, a la misma vez que lo escuchó decir: "otro amanecer de pocas luces".
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