Básicamente este es un trabajo de literatura pero estoy tan orgulloso de mi bebe que lo dejo acá también. Yo se que extrañaron pila mierdas así. No lloren mas. Ya volví.
Me desperté tranquilo ese shabbat de agosto. Saludé con un
beso a mi novia, Porrina, quien dormía plácidamente a mi lado, pero esta no
reaccionó y siguió con su sueño.
Prendí la radio y sintonicé mi programa favorito, “música 420”, pero al escuchar lo que parecía ser el nuevo sencillo de “Tan Biónica”, la apagué.
Prendí la radio y sintonicé mi programa favorito, “música 420”, pero al escuchar lo que parecía ser el nuevo sencillo de “Tan Biónica”, la apagué.
Luego de cambiar mi tubo conductor de humo como todas las
mañanas al despertar, me rellené a mi mismo con un pequeño cogollo Premium de
cannabis sativa, un buen desayuno para poder rendir toda la mañana. Porrina se
levantó de la cama y casi enseguida me di cuenta de que no se sentía bien, pero
por las dudas le pregunté. Le dolía el escape de humo y la base, por lo que
decidió auto-recetarse con un poquito de “crack”. Menos de un gramo, claro,
porque no quería ponerse “loca”, y menos ese día, ya que su hermana se iba a
casar por la noche, teníamos que estar presentables.
Sin embargo, yo estaba triste, pues no podría disfrutar de
la canilla libre de cannabis, tabaco y pasta base que ofrecerían en la boda
(que al fin y al cabo es lo que importa de estas celebraciones), pues
justamente en el shabbat los bong judíos solo podemos consumir Aloe Vera, una
planta medicinar que es sagrada en nuestra religión, pero no dejé que esto me
desanimara: sería un gran día.
Ya en el auto, dirigiéndome al trabajo, puse en la disquera
un CD de “Viejas Locas”, mi banda favorita, y me llené de optimismo pues sabía
que pronto darían un concierto en Uruguay, lo cual no pasaba hacía ya diez
años, y había probabilidades de lluvia para ese día de octubre, lo cual era
muy, muy positivo, porque si se hacía bajo techo, se convertiría en un
“submarino” gigante por el humo de las pipas y los “fasos”, lo cual me
garantizaba que podría vivir el concierto estando “re loco” sin gastar un solo
peso en marihuana.
Luego de un largo y rutinario viaje en automóvil por la
Avenida Rivera, me encontré con el lugar que siempre uso para estacionar desde
hace unos cinco años, ocupado por un camión amarillo con las letras “ROEMERS”
estampadas en un negro que podría distinguirse a cuadras de distancia. No le di
importancia, sería una ocasión especial, ya que nunca había ocurrido algo así.
Al entrar a las instalaciones, un hombre corpulento de aspecto
rudo y completamente desconocido para mí, me pidió la identificación de
empleado. Pedí para hablar con Rufo, mi padrastro, el bong que siempre había
sido portero en “Laboratorios Urufarmacia”, pero el hombre no accedió y volvió
a reclamar mi identificación. Revolví los bolsillos de mí ajustado pantalón
café y la encontré: un poco arrugada, mojada, maltrecha en general, pero al fin
y al cabo era lo que exigía.
-¿Bongo Purosábado?- preguntó.
-Efectivamente. ¿Puedo preguntar quién es usted y donde se
encuentra Rufo?
-Rufo ha sido destituido de su cargo desde el cambio de
firma efectuado ayer por la madrugada, y puede que usted también, dese un paseo
por la pizarra de informes.
Nadie me había notificado de un cambio de firma, y por las
caras de mis colegas pude deducir que nadie había sido informado en absoluto.
Las expresiones en los rostros de los empleados no denotaban
otra cosa que no fuese amargura, por lo que el comentario del portero, el
pensar que yo mismo estaba despedido, dejó de parecer una idea tan lejana.
Por suerte para mi, esto no ocurrió y podría seguir cumpliendo mis funciones laborales de siempre, pero comencé a pensar, quizá esto no era algo tan bueno, cinco años en la misma rutina, trabajando para gente con ideales erróneos y políticas incorrectas, era más que suficiente. Decidí que dejaría a esta idea descansar con la almohada.
Por suerte para mi, esto no ocurrió y podría seguir cumpliendo mis funciones laborales de siempre, pero comencé a pensar, quizá esto no era algo tan bueno, cinco años en la misma rutina, trabajando para gente con ideales erróneos y políticas incorrectas, era más que suficiente. Decidí que dejaría a esta idea descansar con la almohada.
Lo siguiente a la jornada laboral que cubrió mi mañana y
parte de la tarde, fue una corta pero rendidora siesta de cincuenta minutos,
pues debía estar listo y fresco para el casamiento esa noche, aunque la idea de
no poder disfrutarlo como se debe, por las restricciones que me presentaba mi
religión no me agradaba demasiado, trataría de divertirme todo lo que pudiera.
Al llegar a mi hogar y ver que Porrina aún no había
regresado decidí tomar un café y resolver algunos sudokus, mis juegos
matemáticos favoritos, para relajar un poco la mente. Siempre me había atraído
este campo de la ciencia, la matemática, y los números resolvían ecuaciones en
mi mente solos, como si tuvieran vida, quizá por eso terminé trabajando en un
laboratorio farmacéutico, pero no de lo que realmente me gustaba.
Hacía unos días me he había llegado una propuesta de unos colegas de estudio
para encarar un proyecto relacionado con la trigonometría cuántica, un sub-tema
completamente fascinante, pero para poder involucrarme al cien por cien,
debería dejar mi trabajo, y creo que esta es una decisión muy arriesgada.
Ya eran las cuatro de la tarde cuando Porrina llegó de su
turno en el “Hospital Municipal De Psicoactivos De Montevideo”, y aunque yo
había masticado algunas raíces para engañar el estómago, tenía hambre, por lo
que apenas se instaló en el sillón junto a mí y comenzamos a preparar el Aloe
para el almuerzo, merienda o lo que fuese.
Tantas complicaciones se estaban presentando últimamente en mi vida: la nueva
propuesta laboral, el cambio de firma en la empresa, la religión, “Tan Biónica”
que seguía sacando sencillos y el casamiento ,entre muchos otras, hicieron que
decidiera prender el mechero y dejar que el Aloe Vera se convirtiese en humo y
fluyera por mis tuberías.
Y lo dejé fluir.
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