lunes, 31 de agosto de 2015

Bongo Purosábado.

Básicamente este es un trabajo de literatura pero estoy tan orgulloso de mi bebe que lo dejo acá también. Yo se que extrañaron pila mierdas así. No lloren mas. Ya volví.


Me desperté tranquilo ese shabbat de agosto. Saludé con un beso a mi novia, Porrina, quien dormía plácidamente a mi lado, pero esta no reaccionó  y siguió con su sueño.
Prendí la radio y sintonicé mi programa favorito, “música 420”, pero al escuchar lo que parecía ser el nuevo sencillo de “Tan Biónica”, la apagué.

Luego de cambiar mi tubo conductor de humo como todas las mañanas al despertar, me rellené a mi mismo con un pequeño cogollo Premium de cannabis sativa, un buen desayuno para poder rendir toda la mañana. Porrina se levantó de la cama y casi enseguida me di cuenta de que no se sentía bien, pero por las dudas le pregunté. Le dolía el escape de humo y la base, por lo que decidió auto-recetarse con un poquito de “crack”. Menos de un gramo, claro, porque no quería ponerse “loca”, y menos ese día, ya que su hermana se iba a casar por la noche, teníamos que estar presentables.

Sin embargo, yo estaba triste, pues no podría disfrutar de la canilla libre de cannabis, tabaco y pasta base que ofrecerían en la boda (que al fin y al cabo es lo que importa de estas celebraciones), pues justamente en el shabbat los bong judíos solo podemos consumir Aloe Vera, una planta medicinar que es sagrada en nuestra religión, pero no dejé que esto me desanimara: sería un gran día.

Ya en el auto, dirigiéndome al trabajo, puse en la disquera un CD de “Viejas Locas”, mi banda favorita, y me llené de optimismo pues sabía que pronto darían un concierto en Uruguay, lo cual no pasaba hacía ya diez años, y había probabilidades de lluvia para ese día de octubre, lo cual era muy, muy positivo, porque si se hacía bajo techo, se convertiría en un “submarino” gigante por el humo de las pipas y los “fasos”, lo cual me garantizaba que podría vivir el concierto estando “re loco” sin gastar un solo peso en marihuana.

Luego de un largo y rutinario viaje en automóvil por la Avenida Rivera, me encontré con el lugar que siempre uso para estacionar desde hace unos cinco años, ocupado por un camión amarillo con las letras “ROEMERS” estampadas en un negro que podría distinguirse a cuadras de distancia. No le di importancia, sería una ocasión especial, ya que nunca había ocurrido algo así.
Al entrar a las instalaciones, un hombre corpulento de aspecto rudo y completamente desconocido para mí, me pidió la identificación de empleado. Pedí para hablar con Rufo, mi padrastro, el bong que siempre había sido portero en “Laboratorios Urufarmacia”, pero el hombre no accedió y volvió a reclamar mi identificación. Revolví los bolsillos de mí ajustado pantalón café y la encontré: un poco arrugada, mojada, maltrecha en general, pero al fin y al cabo era lo que exigía.

-¿Bongo Purosábado?- preguntó.

-Efectivamente. ¿Puedo preguntar quién es usted y donde se encuentra Rufo?

-Rufo ha sido destituido de su cargo desde el cambio de firma efectuado ayer por la madrugada, y puede que usted también, dese un paseo por la pizarra de informes.

Nadie me había notificado de un cambio de firma, y por las caras de mis colegas pude deducir que nadie había sido informado en absoluto.

Las expresiones en los rostros de los empleados no denotaban otra cosa que no fuese amargura, por lo que el comentario del portero, el pensar que yo mismo estaba despedido, dejó de parecer una idea tan lejana.
Por suerte para mi, esto no ocurrió y podría seguir cumpliendo mis funciones laborales de siempre, pero comencé a pensar, quizá esto no era algo tan bueno, cinco años en la misma rutina, trabajando para gente con ideales erróneos y políticas incorrectas, era más que suficiente. Decidí que dejaría a esta idea descansar con la almohada.

Lo siguiente a la jornada laboral que cubrió mi mañana y parte de la tarde, fue una corta pero rendidora siesta de cincuenta minutos, pues debía estar listo y fresco para el casamiento esa noche, aunque la idea de no poder disfrutarlo como se debe, por las restricciones que me presentaba mi religión no me agradaba demasiado, trataría de divertirme todo lo que pudiera.

Al llegar a mi hogar y ver que Porrina aún no había regresado decidí tomar un café y resolver algunos sudokus, mis juegos matemáticos favoritos, para relajar un poco la mente. Siempre me había atraído este campo de la ciencia, la matemática, y los números resolvían ecuaciones en mi mente solos, como si tuvieran vida, quizá por eso terminé trabajando en un laboratorio farmacéutico, pero no de lo que realmente me gustaba.
Hacía unos días me he había llegado una propuesta de unos colegas de estudio para encarar un proyecto relacionado con la trigonometría cuántica, un sub-tema completamente fascinante, pero para poder involucrarme al cien por cien, debería dejar mi trabajo, y creo que esta es una decisión muy arriesgada.
Ya eran las cuatro de la tarde cuando Porrina llegó de su turno en el “Hospital Municipal De Psicoactivos De Montevideo”, y aunque yo había masticado algunas raíces para engañar el estómago, tenía hambre, por lo que apenas se instaló en el sillón junto a mí y comenzamos a preparar el Aloe para el almuerzo, merienda o lo que fuese.
Tantas complicaciones se estaban presentando últimamente en mi vida: la nueva propuesta laboral, el cambio de firma en la empresa, la religión, “Tan Biónica” que seguía sacando sencillos y el casamiento ,entre muchos otras, hicieron que decidiera prender el mechero y dejar que el Aloe Vera se convirtiese en humo y fluyera por mis tuberías.


Y lo dejé fluir.